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Teodomiro Civera

EL MIEDO TAMBIÉN BORRA LA MEMORIA





Era un día del año 2008 y, repasando la prensa, la noticia llamó mi atención. La A.R.M.H. de Palencia había terminado la exhumación de los restos de veinticinco vecinos de Torquemada asesinados por los golpistas en 1936.


La información tenía un interés especial para mí porque Torquemada era el pueblo de mi abuela materna. Esta circunstancia me hizo profundizar en la noticia y repasar la lista de los asesinados. Mi sorpresa se produjo cuando, entre ellos, pude leer el nombre de Teodomiro Civera Valdeolmillos. Los dos apellidos se correspondían con los de mi abuela Teófila y el exhumado no podía ser otro que su hermano Teodomiro.


La abuela vivió con nosotros hasta su fallecimiento, en 1964. Yo era el niño pequeño de la casa y su preferido. Compartí con ella largas tardes de invierno en nuestro humilde piso de las “Siete Calles” bilbaínas, donde me contaba cosas de la familia y de su pueblo. Muchas veces le oí nombrar a su hermano Teodomiro; yo sabía que había fallecido; pero jamás me explico en qué circunstancias.


Con la noticia confirmada me puse en contacto con la Asociación en la persona de la coordinadora, Araceli Calvo, después de trasmitirle mi interés dado mi parentesco con Teodomiro. Todo fueron facilidades y detalles de su trabajo, proporcionándome cumplida información sobre todo el largo y costoso procedimiento de recuperación de los cuerpos y también del perfil de los asesinados. Me facilitaron un libro editado al efecto donde se narra todo lo referente a la operación y también respecto al homenaje que el pueblo de Torquemada rindió a los republicanos represaliados solo por el hecho de serlo.


Torquemada republicana 1931


Torquemada era una población dedicada fundamentalmente a la agricultura con una pequeña parte industrial. Tenía dos mil seiscientos veintiséis habitantes. Atravesaba por las mismas dificultades que el resto de poblaciones castellanas de sus características. El salario de sus jornaleros no llegaba a las tres pesetas diarias. Y siempre agradecidos al amo por darles trabajo.


La llegada de la República trajo a Torquemada medidas sociales de igualdad para las clases trabajadoras. Se realizó la reforma agraria y se construyeron escuelas públicas.


El día 15 de abril de 1931 se constituyó el primer Ayuntamiento republicano. En su primera acta consta:

GLORIOSA FECHA PARA LA REGENERACION DE LA NACIÓN ESPAÑOLA EL DIA 15 DE ABRIL DE 1931”


Durante el período de la República fueron cuatro los alcaldes de Torquemada. El primero de ellos fue Tiburcio Tejedor Ausín, que ejerció el cargo durante dos meses. Le siguió Daniel Manrique Martín, siendo este alcalde durante diez meses. Debido a problemas de salud, le sustituyó Tomás Aguado Palomino que fue quien más tiempo permaneció en el cargo, siendo relevado por Teodomiro Civera Valdeolmillos, finalmente cesado por las tropas rebeldes.


Teodomiro antes de ser alcalde tuvo el cargo de concejal de cultura desempeñando su cargo con gran dedicación, siendo un precursor. Estableció un subsidio para parados a quienes eximió de algunos impuestos municipales. Creyó en las obras públicas como instrumento para reducir el paro. Entendió que la emancipación de sus vecinos más pobres pasaba por la educación y pidió escuelas, dando educación a los adultos.


El Golpe de Estado de 18 de Julio de 1936.


En Torquemada no existe ningún testimonio de resistencia al golpe. El día 19 de Julio las tropas del regimiento Villarrobledo y los falangistas tomaron Palencia. Todas las autoridades de la República habían caído en poder del ejército sublevado. En Torquemada se ejecuta el plan de exterminio diseñado por Mola y materializado con disciplina por el general Saliquet, “El Carnicero de Castilla”.


El día 20 de Julio, el alcalde democráticamente elegido, Teodomiro Civera, es cesado por las autoridades golpistas. Teodomiro acepta el cese sin ninguna resistencia, ni física ni verbal, respondiendo al telegrama que le envían en estos términos: “Declino el cargo de alcalde que vengo desempeñando y expongo que es mi deseo la paz y la tranquilidad para el municipio”.


El fusilamiento


Civera fue sacado del cuartel de la Guardia Civil donde se encontraba detenido junto a otros dirigentes de la Casa del Pueblo, de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, y de jornaleros cabecillas de grupos que pedían trabajo. Hacia las tres de la madrugada del 9 de octubre de 1936, junto con otros veinticuatro vecinos de Torquemada, fueron subidos en una camioneta propiedad de un vecino de Baltanás, acompañados por falangistas de Palencia y algunos de Torquemada y varios números de la Guardia Civil. Les comunicaron que los trasladaban a la cárcel de Burgos. Pero al llegar al kilómetro 28 de la carretera de Carrión a Lerma, en el término municipal de Santoyo, les ordenaron descender del vehículo. La ejecución fue para ellos demasiado larga. Para matar a tiros a veinticinco personas y rematarles con un disparo en la cabeza se necesita un tiempo, el suficiente para que Teodomiro pudiera pensar en su familia y en que se encontraba en esa situación sin haber ejercido nunca un acto violento y, mucho menos, empuñar un arma. Él no era un héroe revolucionario, solo un honrado carpintero y padre de familia. Su único delito fue el amor a la tierra que le vio nacer y el compromiso para mejorar la vida de sus convecinos. Tuvo que ver, a la luz de los faros de aquella camioneta, cómo sus vecinos y amigos morían a manos de aquellos asesinos y ser testigo de cómo mataban a un niño de diez y seis años, vendedor de periódicos, apodado el “mendico”. Aquel falangista le mandó echar a correr y cuando el chaval escapaba le disparó por la espalda. Por eso su cuerpo se encontraba separado algunos metros del resto.


Teodomiro se despedía del Mundo en este escenario decorado con sangre, con banderas de España, uniformes de la guardia civil, yugos, flechas y camisas azules nuevas, vestidas por individuos que nunca estuvieron cara al sol trabajando los campos de Castilla.


Se les enterró en una fosa en el pago conocido como “Los Collazos”. En aquel lugar, según se cuenta, la cebada crecía con más fuerza. Los restos de estos vecinos, incluido el de Teodomiro, fueron exhumados en el año 2008 y ahora descansan en el cementerio de Torquemada. La fosa de Santoyo era una de las más grandes de toda la provincia.


En nuestra casa se hablaba mucho de la guerra. Mi abuela Teófila jamás intervenía en la conversación. Ella se limitaba a escuchar con cara de profundo dolor mientras alguna lágrima solitaria resbalaba por sus mejillas.


Mi padre, cuando se produjo la sublevación, pertenecía a las Juventudes Socialistas de Bilbao y se alistó voluntario. En la segunda compañía del batallón Meabe luchó defendiendo la República en el frente de Euskadi. Aquella dura experiencia bélica, en una juventud recién estrenada, le dejó profundamente marcado y el tema de la guerra civil, rodeado de todo tipo de anécdotas, era recurrente en nuestras sobremesas.


La cara de la abuela siempre reflejaba una tristeza infinita. Solamente alguna broma u ocurrencia mía conseguía hacerle esbozar una leve sonrisa. Esa tristeza permanente estaba justificada por su dura experiencia vital. Viuda, sin cumplir cuarenta años, había visto morir a cuatro de los siete hijos paridos en los distintos destinos asignados por la Renfe a mi abuelo ferroviario. Toda la familia sabíamos que su tristeza la producía tantas pérdidas de sus seres queridos. Pero nunca nos habló del asesinato de su hermano Teodomiro. En aquel tiempo, TAMBIÉN EL MIEDO BORRABA LA MEMORIA.



"VUESTROS CUERPOS MORDIDOS POR LA TIRANÍA FRANQUISTA DESCANSAN, POR FIN. AQUÍ NACE UN FÉRTIL RÍO QUE EXALTA LA LIBERTAD POR LA QUE MURIERON.

OCTUBRE 1936."

(Texto de la lapida en el cementerio de Torquemada)

Juan Carlos Andreu Pedrejón.


Mi eterno agradecimiento a la A.R.M.H. de Palencia y a su coordinadora Araceli Calvo García.

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