Marchas de la Dignidad. ¿No pasó nada ayer?
Alfonso J.Vázquez Vaamonde. ALTER Madrid.
La sonrisa desbordaba los rostros; nacía de la ingenua confianza y de la bondad de quienes seguimos confiando en que el futuro, cada vez más cercano, celebraremos el triunfo de la honradez cuando acabe la dictadura monárquica cuyo fruto natural es la corrupción en la que nos han sumergido entre todos.
Tiempos negros so estos que estamos viviendo; tiempos de ruindad; tiempos de miseria moral; tiempos destinados a destrozar nuestra autoestima para hacernos voluntarios esclavos del capital; tiempos de descubrir que hemos sido engañados por aquellos en quienes depositáramos nuestra confianza, una confianza que nunca merecieron; una confianza que lograron a base de un engaño tras otro engaño. Pero el final se acerca. ¡Se acabó el tiempo de los engaños!
Descubierto el engaño nos replegamos sobre nosotros mismos; buscamos en ese encogimiento la fortaleza de la única seguridad en la que tenemos plena confianza, en nosotros mismos; encontramos inmaculada, la autoestima que han intentado destrozar con sus mentiras: no hay otra solución, que maltratar al trabajador, no hay otra solución que besar la mano del que te explota, no hay otra solución que perder los derechos conquistados, no hay otra solución que convertirse en esclavos voluntarios, no hay otra solución que perder la dignidad y la libertad.
Y al recuperar nuestra autoestima descubrimos a nuestros vecinos; vimos que todos somos una mayoría de gente decente, pacífica y democrática, es decir, ¡republicana!
Vienen a mi mente un consejo de D. Quijote que tengo grabado a fuego de los que daba a Sancho, ese Sancho que simboliza a las buena personas, al trabajador honrado y sincero que con su trabajo humilde creaba y sigue creando la riqueza que engrandeció a España y sigue haciéndolo: “Sólo por dos cosas, amigo Sancho, puede uno empeñar la vida: por el honor y por la libertad“.
El “honor”, en terminología de hoy, se llama “dignidad”.
Por eso ayer, cuando miles y miles de personas nos manifestábamos por las calles de Madrid, los peregrinos venidos de las cuatro esquinas de la península a los que nos sumamos los residentes que los acogíamos, no hacíamos otra cosa que seguir el consejo eternamente válido de D. Quijote.
Por eso ayer toda España, la que se paseaba por las calles de Madrid hacía de esa MARCHA DE LA DIGNIDAD su pacífica reivindicación de su MARCHA POR EL HONOR Y LA LIBERTAD.
Compro EL PAIS. En la portada sólo hay un primer plano con poco más de un centenar de personas y algunas banderas republicanas. La panorámica de la multitud abarrotando el Paseo de Recoletos se esconde en páginas interiores. ¿Por qué no desde Atocha?.
No hay ni un comentario editorial. ¿Les parecerá una noticia menor? Su extensión, media página la cubre un anuncio, apenas supera el de la noticia de “salsa rosa”, ¿o es “verde”, de la paella de los Tejero. Por primer vez no se ofrece la cifra de asistentes; se da por bueno el dato de la policía.
Nunca se perdió mejor la oportunidad de exponer la realidad de la explosión de un sentimiento pacífico ciudadano; de una manifestación ciudadana de disposición a recuperar la soberanía de modo pacífico ante este vacío de poder democrático en que está sumido el país desde su desaparición oficial el 1de abril de 1939.
Nunca hubo tantas banderas republicanas en una manifestación.
Nunca más personas coreaban las canciones y estribillos: “Esta bandera, es la verdadera”, “no hay dos sin tres, República otra vez” y tantos otros rodeando la inmensa bandera del único partido republicano ALTERNATIVA REPUBLICANA que se sumó a la MARCHA DE LA DIGNIDAD.
Nunca tantas manos sostenían esa bandera, “la verdadera”, mientras se coreaban estas declaraciones. Bajo ella, garantía de su derecho a la educación y al trabajo digno, jugaban niños.
Nunca más gente, jóvenes ilusionados y mayores que conservan su ilusión, se fotografiaban tan sonrientes ante ella para inmortalizar el recuerdo de este día de la MARCHA DE LA DIGNIDAD.
Nunca hubo tantos periodistas ciegos en España. El reportaje de EL PAIS se podía haber redactado desde la oficina, de oficio, y con cuatro fotografías que, de agencia, fueran mejores.
Nunca menos referencias a la ineficacia de 1.650 agentes de la policía. No supieron controlar al escaso centenar de violentos infiltrados pagados que querían arruinar la imagen pacífica de la MARCHA DE LA DIGNIDAD. Su obligación era proteger el Orden Público que nosotros mantuvimos.

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