La dignidad hecha pueblo

Francisco J. Gordo.
Alternativa Republicana.
Publicado originalmente en Águilas Noticias.

Todo empezó con una pandemia. Una gripe desconocida que arraigó en la península al igual que en otras zonas del planeta.
Los escándalos de la monarquía eran constantes. No había noticia alguna que les fuese propicia salvo su propia propaganda felona y diaria. Al igual que hoy.
Resonaba una frase valleinclanesca que decía “En España, el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.”
El presidente del gobierno olía a una mezcla de títere y dictador. Asentaba su red clientelar con su ejército de caciques en cada pueblo. Ya lo diría Carlos Gaviria “El que paga para llegar, llega para robar.” Sin duda sería una forma útil de describir la diferencia social. En la que el pobre se remangaba en la lucha constante por sus vecinos, su pan y su pueblo; mientras el hijo del rico pagaba para no estar en primera línea y librarse de las restricciones y obligaciones, dejando patente que no había igualdad entre personas. Al igual que hoy.
O como diría Machado: “En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva.”
Fruto de este esperpéntico panorama político, se avecinó una contienda electoral. Hombres de traje que exaltaban la patria como concepto vacío, iban a las barriadas obreras a por votos, y eran recibidos entre piedras e insultos. Mientras que el hambre y la desigualdad social aumentaban, se hacía patente cada vez más un cambio en la estructura podrida, sin volver a repintar las paredes con el resto intacto. Idea que caló más allá de los partidos, sino en todo hijo de vecino que no se autoproclamase “súbdito”.
El republicanismo dejó de ser sólo para los intelectuales, ya que pasó a ser una opción no sólo posible, sino necesaria en amplios sectores sociales. Hecho que se tradujo en la rúbrica de pactos para aspirar a una idea concreta-no marginal-con un planteamiento bien definido y con la convicción de que el momento era el propicio para ello. Al igual que hoy.
La sociedad necesitaba traer de vuelta el poder del pueblo, ya que elegir entre lo que les daban a elegir y nunca lo que ellos querían, no suponía sino un gran engaño democrático.
Unos sencillos comicios fueron suficientes para dar la mayoría al sector que durante tanto tiempo se vio silenciado. La mayoría silenciada se convirtió en la mayoría por democracia.
El propio monarca cogió las maletas llenas de billetes y se marchó lejos, para no ser juzgado nunca. Así es como vino la II República un día como hoy, hace 90 años.
Parece como si se repitiese todo de nuevo. Palabra por palabra. El nuevo gobierno aprobó nuevas e históricas medidas como el sufragio femenino, la reforma agraria (hasta la fecha, los sistemas de cultivo carecían de fomento y se parecían más a la época feudal), los derechos sociales como el divorcio, la implantación de la enseñanza pública y gratuita (creándose más de 7.000 escuelas públicas en el primer año, y 5.000 a cada año siguiente con profesores cualificados y dignamente retribuidos), la libertad de culto religioso, y hasta un plan hidrográfico y una seguridad social basada en las cajas de resistencia sindicales pero a nivel nacional (que luego se lo adjudicaría la historia a un genocida). La propia constitución garantizaba una vivienda digna, no sólo decía que existe el derecho a tenerla, lo cual es reírse del lector. La abolición de los títulos nobiliarios y monarquías en España (desmarcándose de una bandera que representaba sólo a la familia que estaba por encima del resto), para dotar de dignidad a todos los ciudadanos por igual. Y un sinfín de cambios sociales que a día de hoy nos parecen básicos y totalmente lógicos.
Al igual que hoy, los gobiernos eran inestables debido a la gran participación democrática que se daba lugar. Obviamente siempre hay elementos de la historia de los que hay que aprender. Sería absurdo pensar que las acciones socio-políticas son culpa de una forma de Estado. Si bien, ésta hacía proclive la crítica y el consenso entre iguales.
Nos toca mirar al pasado inevitablemente para construir un nuevo futuro. Estamos condenados a repetir la historia hasta que quede hecho todo como se debe. Debido al manchurrón en la historia de nuestro país que ha supuesto la reciente dictadura franquista, es fundamental comprobar si la estructura actual está dañada, o si sólo han vuelto a pintar la fachada. Para pasar página, primero hay que leerla.
Hay que comprobar si realmente se puede votar todo aquello que se quiere, o si sólo se quiere lo que se puede votar.
Es tiempo de ser críticos con lo que nos cuesta nuestra emancipación como ciudadanía lejos del yugo del vasallaje al que nos vemos sometidos.
Como dijo Manuel Azaña: “la libertad no hace más ni menos felices a los hombres; los hace sencillamente, hombres”
Quizás, el día de mañana, cuando el cauce natural de nuestra historia reciente haga su consecuente trabajo; nos volveremos a juntar para ratificar que el hecho de ser todos iguales al nacer era un derecho básico y bastante lógico. Y que, mientras esperábamos a que el cauce de la historia fluyera, no nos dimos cuenta de que al no ser súbditos sino libres personas, nosotros éramos el brazo que escribía la historia.