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ESTADOS UNIDOS CONTRA EUROPA






Si hay una lección que nos ha enseñado la historia es que Estados Unidos se guía únicamente por su interés, que es el de sus elites. No existe nada remotamente parecido al altruismo o la solidaridad en la acción de un país que, por otro lado, tampoco trata precisamente bien a su propia población, asolada por niveles de pobreza terroríficos, falta de acceso a una mínima sanidad o enganchada masivamente a los opiáceos, por poner algunos ejemplos de las glorias yanquis.

Viene esto a colación de que la agenda Biden ha puesto en marcha la maquinaria propagandística advirtiendo de los supuestos peligros que acechan al mundo libre por el interés que Rusia tendría en invadir Ucrania. Todo ello mientras convenientemente la OTAN, brazo armado de Estados Unidos, esto es de su oligarquía, sigue acercándose lenta pero implacablemente a las fronteras rusas.

Pese a la acreditada tradición de mendacidad de los servicios de (des)información estadounidenses, los políticos europeos, salvo honrosas excepciones, han seguido al dictado el guion repartido por las embajadas yanquis y, cual émulos de Serrano Suñer, se han prestado a señalar a Rusia, sin percatarse que quien realmente tiene mucho que ganar con una acción militar o incluso sin ella es únicamente Estados Unidos y quien va a perder inevitablemente es Europa.

En un momento en que los recursos energéticos y de toda índole escasean por el choque contra los límites biofísicos del planeta, Estados Unidos persigue únicamente garantizarse su supremacía mediante el acceso privilegiado a los recursos. En un juego de suma cero, eso supone que para que EEUU tenga más del pastel otros tienen que tener menos y nada mejor que fabricar una crisis en Ucrania para ello.

Por un lado, la UE dejaría de acceder a los recursos energéticos rusos y pasaría a depender de lo que pudieran mandar los EEUU y sus aliados (sátrapas árabes principalmente), cuyo coste es necesariamente superior al tiempo que su tasa de retorno energético es mucho menor, como se ve, por ejemplo, en los transportes de GLP.

Obviamente mayor costes económicos y menor tasa de retorno energético determinaría un proceso de colapso de la propia UE, cuya estructura, muy semejante al del Imperio Romano, dicho sea de paso, exige una densidad energética difícil de mantener en ese panorama.

Dicho de otro modo, la UE o colapsa, por lo que deja de ser un posible adversario de EEUU (temor que subyace desde hace décadas en la oligarquía yanqui y que explica también la salida de Reino Unido, que prefirió mantener la alianza con EEUU antes que la permanencia en la UE), o queda tan debilitada que inevitablemente es un absoluto títere yanqui a través, seguramente, de la OTAN.

Por otro lado, EEUU tiene un profundo interés económico en Ucrania. La democracia ucraniana, oxímoron semejante al atribuido a Unamuno respecto al periódico El pensamiento Navarro (“o es navarro, o es pensamiento”), le importa un bledo a Biden y camarilla. De lo que se trata es de garantizarse el acceso a los recursos de Ucrania en tierras fértiles, minerales, carbón, etc. Y a EEUU no le interesa obviamente que los controle Rusia, pero tampoco que los controle la UE.

Por tanto, esta crisis ucraniana es un caballo de Troya estadounidense, por lo que la involucración de los estados europeos no solo es inmoral, sino que resulta profundamente estúpida. Como plasmó Virgilio en La Eneida: “Timeo Danaos et dona ferentes”. Temo a los dánaos incluso cuando traen regalos.

Es más, el marqués de Sade interpretado por Geoffrey Rush en Quills decía algo tal que así: “Si Dios mató a su hijo como a un ternero, ¿Qué no me hará a mí?” Bien harían nuestros gobernantes en recordarlo cuando se trata de los estadounidenses.

Luis Valcarce

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