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El letargo del pueblo

Francisco J. Gordo.

Militante de Alternativa Republicana.

La monarquía, como ya sabemos, está en eterno declive. Desde sus inicios siempre ha tenido fecha de caducidad, como si en la parte posterior de la corona hubiese un pequeño texto que rezase: «Hasta que el pueblo despierte» Esta forma de delegar la imagen de un estado en una familia de fructuosa suerte, sólo ningunea la capacidad democrática de cada uno de los individuos que componen esta sociedad (no sólo en esta, sino en cualquiera donde se den “estos elementos”). De entrada, asumir el concepto de monarquía crea a la persona que lo asume una situación de vasallaje e inferioridad que implícitamente son bienvenidos como características propias de tal defensor de su rey (cuesta casi tanto escribirlo como leerlo, ya que supone un absurdo autoningunearse de esta forma, como si de un cuento de princesas se tratara, donde tal persona siempre tendrá un papel completamente por debajo de la historia en sí). Esa actitud de irrelevancia vital sólo lleva a un tipo de vida anodina, donde tal individuo siempre podrá adquirir sus bienes de consumo favoritos, comprarse la mejor casa, un coche nuevo cada X años y quizás formar la típica «familia feliz»… ¿Y qué? ¿Realmente es este el estereotipo de persona libre, de librepensador, de persona independiente con derechos, de patriota incluso? ¿Por cuánto venderemos nuestra dignidad? Durante décadas de represión franquista se ha intentado pintar la fachada de lo que era un patriota o «español de bien» para desdibujar la historia y crear repulsión por las formas de librepensamiento que no estuviesen basadas en sus paradigmas fundamentalistas. De ahí que la Iglesia católica cobrase tanta fuerza e influencia (entre otros motivos), ya que era la precursora y la única corporación con antecedentes remarcables suficientes para establecer un lavado masivo de cerebros, para que de manera gradual y progresiva fuese el pueblo adquiriendo tales ideas y repudiando al mismo tiempo cualesquiera que fuesen todas las demás; a parte de mostrar una estructura empresarial formidable en la que de manera piramidal, por ejemplo, el Vaticano siempre ostentase (y ostenta) cantidades indecentes de capital, mientras que la iglesia de barrio siempre aparentaba ser tan pobre y humilde como el primer día de su construcción.

Fue de esta forma como se ha ido atrayendo la idea al pueblo de que este tiene que mostrar un rechazo latente por lo distinto, rechazo por esa oveja descarriada que se ha salido del redil social porque piensa por sí misma. Sin embargo, un «español de bien» que se encontrase en su camino a tal oveja descarriada e impura, ya sabría lo que tendría que hacer (ya que tendría bien atornillada la «parábola del buen pastor»), y siguiendo las directrices bíblicas, acudiría a su » rescate» y la devolvería de vuelta al «redil». Tras este análisis, podemos intuir que cualquiera de nosotros somos ovejas descarriadas, al igual que ejemplos tan ilustres como Miguel Hernández cuando leía poesía a espaldas de su padre cuando era «niño yuntero», o cuando escribía sus «Nanas de la Cebolla» ya siendo preso político en su última etapa; por no hablar de Lorca, Machado, o cualquier librepensador, artista o no, a los que el fascismo siempre ha pretendido “devolver al redil” para salvar su alma y no enturbiar la del resto. Precisamente por eso es tan importante que la educación sea pública y siempre laica; no sea que nos quedemos en ese eterno letargo donde pretenden mantenernos. Como el propio ya citado Miguel Hernández decía: “Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”. Pero no nos desvinculemos del ejemplo dado por ser de tan alto calibre artístico; artista es todo aquél que conmueve, que es libre frente a la norma impuesta y que hace reaccionar o pensar al receptor de dicha idea transmisora. Por lo que no hace falta que me remonte a tan alto calibre literario, cuando puedo simplemente escuchar al pueblo libre gritar, protestar y aportar alternativas y esfuerzo, hombro con hombro. Un grito que ya no suena como antes por la mella de la represión, pero que se percibe en la mirada de todos y cada uno de los que conocen la opresión. Exacto, todo parece un país de fantasía lleno de «fiestas de la democracia», hasta que alguien se plantea poder elegir al Jefe de Estado; he ahí cuando todo cabezapensante llega a entender (lo comparta o no) que la monarquía es una forma de privarnos de un derecho tan legítimo como es la República.

 

Alternativa Republicana no se identifica necesariamente con los contenidos publicados, excepto cuando son firmados por la propia organización.

#FranciscoJGordo #opinión #República

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